El consumo cotidiano de vino, realizado con moderación, naturalmente, se ha demostrado que es beneficioso para la salud. Esta afirmación, ya conocida desde hace años, es una de las razones por lo que su consumo a nivel internacional ha ido creciendo progresivamente.
Los países mediterráneos siempre han tenido el vino como elemento fundamental en su dieta, acompañando cada comida con varias copas. Esta dieta está considerada el principal motivo por el que estos países registran datos de esperanza de vida de entre los más altos del mundo.
Es a partir de los años noventa cuando muchos estudios empiezan a demostrar que el consumo de vino en está directamente relacionado con un menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Cabe destacar el estudio MONICA (promovido por la Organización Mundial de la Salud entre 1985 y 1991) en el que destacó el caso de Francia, por su peculiar situación. Es sabido que Francia es un país en el que se consumen altas cantidades de grasa y cuyos habitantes tienen altos niveles de colesterol, sin embargo, destaca una baja mortalidad por problemas de corazón. Este hecho, conocido como “la paradoja francesa”, fue objeto de un estudio más profundo, en el que se descubrió que esta buena salud de la que gozaban los franceses se debía a la costumbre de acompañar las comidas con vino tinto. Son los taninos del vino tinto, los que ayudan a mantener limpias las arterias y esto contribuye a evitar enfermedades cardiovasculares.
El vino tinto particularmente es el que ofrece un mayor número de efectos beneficiosos para la salud, debido a que es el hollejo (piel) de la uva lo que más sustancias protectoras acumula. En el proceso de elaboración de los tintos el mosto se macera con la piel y las pepitas, permitiendo que estas sustancias beneficiosas pasen al vino. No así en el vino blanco, donde el hollejo se elimina desde el principio.
El vino tinto es rico en polifenoles, que actúan como antioxidantes y pueden ser beneficiosos ante enfermedades donde la oxidación juega un papel importante, como por ejemplo las cardiovasculares, algunas neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson, el proceso de envejecimiento o el cáncer.
Actualmente, la Fundación española para la Investigación del Vino y la Nutrición (FIVIN, http://www.fivin.com) estudia y fomenta los beneficios para la salud que tiene el consumo moderado de vino, recogiendo también estudios de diferentes fuentes y publicándolos en su web y sus congresos. Algunos de ellos llegan a las conclusiones de que los flavonoides (compuestos naturales presentes en el vino tinto) protegen de la gripe y de posibles infecciones; que el consumo moderado de vino reduce el riesgo de desarrollar demencia en edades avanzadas o que aumenta la longevidad.
En definitiva, el vino es una gran fuente de placer, cuyo disfrute aumenta proporcionalmente a su conocimiento, pero además, supone una fuente de salud y bienestar, siempre que se consuma con moderación, claro.