Denominación de Origen Calificada Priorato

La Denominación de Origen Calificada Priorat es una pequeña región montañosa situada en la provincia de Tarragona. El macizo de la sierra de Montsant la delimita por el norte, en poniente se encuentra la sierra de La Figuera, por levante la sierra de Molló y, por el sur, el territorio se abre siguiendo el curso del río Siurana aguas abajo hacia el Ebro. El río Siurana y sus afluentes son la arteria geográfica principal de la zona, y provocan una serie de valles y pequeñas planicies gracias también a la sinuosidad geológica de las sierras y vertientes montañosas. De acuerdo con la legislación de Cataluña relativa a la división administrativa regional, el territorio de la DOCa Priorat queda dentro de una delimitación administrativa más extensa conocida como «Comarca del Priorat», que tiene también una parte de territorio que no forma parte del Priorat vitivinícola.

La Denominación de Origen Calificada Priorat tiene una superficie de 17.629 hectáreas, de las cuales 1.887 están plantadas con vid y cultivadas por más de 600 viticultores. Administrativamente, forman parte de la DOCa Priorat 9 municipios: Bellmunt del Priorat, Gratallops, El Lloar, El Molar, La Morera de Montsant (que incluye en su término la villa de Scala Dei), Poboleda, Porrera, Torroja del Priorat, La Vilella Alta y La Vilella Baixa. Además, en los límites de la DOQ Priorat también se encuentra la parte norte del municipio de Falset (la zona de Masos de Falset) y la parte este del término municipal de El Molar (Les Solanes del Molar). La Morera de Montsant, Scala Dei, Gratallops, Torroja del Priorat, Porrera y Poboleda integraban antiguamente el Priorat de la Cartuja de Scala Dei. El resto se incluyeron en la delimitación de la denominación de origen que se realizó en 1932 y que configura el actual territorio de la DOCa Priorat. Como consecuencia de la expansión del cultivo de la vid y de la calidad de sus vinos, promovido, impulsado y dominado por los monjes cartujanos, la zona adquirió renombre mundial.

 

Historia

El topónimo Priorat está vinculado al concepto de vino desde hace siglos. La suma de un suelo, un clima, una orografia y el trabajo de hombres y mujeres que lo han elaborado siguiendo las técnicas de una tradición milenaria con la ayuda, hoy en día, de una tecnología adaptada a los requisitos de la calidad, han propiciado un producto auténtico, exclusivo: el vino del Priorat.

La Cartoixa d’Scala Dei representa la cuna histórica de los vinos y la viticultura de la Denominación de Origen Calificada Priorat. Los monjes cartujos trajeron desde la Provenza, en el siglo XII, los conocimientos y las técnicas para desarrollar una viticultura que arraigó con fuerza y ha evolucionado a lo largo de los siglos. Los dominios de la Cartuja configuraron el llamado Priorat histórico, que hoy coincide con la región vitivinícola de la DOCa Priorat.

La narración explica como el rey Alfonso I el Casto envió a dos caballeros a recorrer el país para localizar un sitio idóneo para que la orden de los cartujos, procedentes de la Provenza, se instalase en Catalunya. Una vez llegados a los pies de Montsant les llamó la atención la singular belleza del lugar y preguntaron a un pastor sobre el enclave. Además de informarles, el pastor les relató un suceso sobrenatural que acontecía desde hacía tiempo en el corazón de aquel valle: en el pino más alto aparecía una escalera por donde subían y descendían los ángeles.

El pretexto estuvo servido, los caballeros lo comunicaron al rey, quien ofreció aquel lugar a la orden. Los cartujos, establecidos en 1194, levantaron el altar del templo dedicado a Santa María en el punto donde se encontraba el árbol de la leyenda. La historia dio nombre al monasterio y a la vez ha generado una iconografía fuertemente arraigada en el territorio.

Los cartujos de Scala Dei iban vestidos de lana blanca, con capuchón que les cubría la cabeza rapada. Cultivaron la vid y elaboraron el vino en la Cartuja, siguiendo una escuela de trabajo y espiritualidad. Quizás el del Priorat es un vino místico.

Hoy, los restos de la cartuja proporcionan un aire de misterio y seducen a los visitantes. Por encima de estas ruinas, diferentes capas geológicas se superponen hasta la cima de la sierra, jugando con una paleta de colores variados, desde el gris, el ocre y el amarillo hasta el marrón y el rojo, formando esa escalera mística que alcanza el azul del cielo y el blanco de los ángeles en las nubes.

Desde hace casi 1.000 años, nueve pequeños pueblos han crecido escondidos entre las pendientes de pizarra que se dispersan a los pies de la sierra de Montsant. Sus habitantes, viticultores desde siempre, modelaron el terruño con márgenes. Tras la Ley de Desamortización de Mendizábal (1835), gracias a un gran esfuerzo y al creciente desarrollo de la viña, los viticultores reencontraron su dignidad. Este profundo cambio ha generado una cultura extraordinaria, fuente de prestigio para este país. Entre otros ejemplos, la cultura de la vid ha perdurado entre los habitantes de este territorio, y hay testimonios históricos tan antiguos como el capítulo «Como plantar viña en Scala Dei», del «Libro de los Vasallos» del siglo XVII, o el texto anónimo «Manual de viticultura de Porrera del siglo XVIII», que reflejan la sabiduría de los hombres en convivencia con la naturaleza.

Desafortunadamente, las épocas de harmonía y crecimiento son cíclicas y a menudo acaban en cataclismos. De hecho, en la historia de la agricultura y la vid europea, existe un antes y un después de la plaga de la Filoxera. En el Priorat también supuso una catástrofe a finales del siglo XIX y principios del XX, ya que en esta época la explosión de la indústria téxtil en Cataluña arrastró toda la mano de obra hacia las ciudades, y no se replantaron nuevas cepas, excepto en una proporción mínima que, afortunadamente, es la que ha perdurado hasta nuestros días.

Gracias a la generación de agricultores que actualmente tienen entre 70 y 80 años, quienes se han mantenido en el terruño y han seguido con la tradición agrícola, se ha conservado la cultura vitivinícola en el Priorat.

En décadas recientes se pudo intervenir en un paisaje preservado, complejo, rico y de un formidable potencial. Fue, pues, a finales de la década de 1980 cuando se inició un nuevo ciclo de prosperidad, que conjugava sabiduría, paisaje y tradición con un nuevo espíritu emprendedor que tenía como objetivo la recuperación de la calidad y el prestigio como premisa máxima.

La rehabilitación de la vid se realizó lentamente, con la certeza de que debía arraigarse en la memoria del terruño. En una curiosa mezcla que asocia la evolución de una cultura tradicional con vestigios agrarios del pasado y una naturaleza exuberante con una replantación respetuosa y eficiente.

 

La garnacha y la cariñena, el ADN de la DOQ Priorat

Es difícil entender el Priorat sin su viticultura. Una larga historia nos ayuda a entenderla como proceso respetuoso y cómplice con el medio natural.

El cultivo de la viña se distribuye en altitudes que van desde los 100 metros sobre el nivel del mar en las partes más bajas de los términos de Bellmunt del Priorat y el Molar, hasta los 750 metros en las partes elevadas de los términos de la Morera de Montsant y Porrera. La configuración del cultivo se caracteriza por pendientes que superan el 15% de desnivel en la mayor parte de casos, y algunas fincas llegan al 60%. La tortuosa geografía de esta zona obliga a cultivar el viñedo en pendientes («costers» en lengua catalana), algunos de los cuales no permiten un acceso mecánico. Por este motivo se trabaja siguiendo las formas más tradicionales de cultivo. El paisaje que generan estos viñedos es una de las características del Priorat, que le aportan esta personalidad e identidad tan acusadas.

A causa del tipo de terruño y del clima tan peculiares, la cepa sufre de manera importante y, como consecuencia, se obtienen unas vendimias más bien escasas, con unos rendimientos de uva bastante bajos, que no superan la cantidad de 1 kg. por planta como media, pero que otorgan a los vinos de esta zona de una identidad muy singular.

La vendimia suele ser muy prolongada: empieza a mediados del mes de septiembre en Bellmunt y el Lloar y se prolonga hasta finales de octubre o principios de noviembre en Porrera y la Morera de Montsant. La fermentación larga de la uva madura hace posible obtener una serie de componentes de gran riqueza en cada grano y una maceración muy completa.